domingo, 24 de octubre de 2010

Universidad y Autogestión


La Reforma Universitaria: un hito precursor

Iniciada en Córdoba (Argentina) en 1918, la Reforma tuvo honda repercusión en las universidades argentinas y latinoamericanas. Medio siglo mas tarde, algunos de sus postulados programáticos serán asumidos por los estudiantes franceses, en el celebre mayo de 1968. A la estructura feudal de la universidad, con sus rectores-reyes y sus catedráticos-marqueses, sustituyo una organización democrática, donde los cargos eran electivos y las cátedras se proveían por concurso, donde los estudiantes estaban representados en los consejos y el claustro. A la mera clase magistral, que solía comentar un texto a veces milenario dogmática y repetitivamente, sustituyó el predominio del seminario y del laboratorio. Cuestionó los exámenes, el sistema de calificaciones, la asistencia obligatoria a clases, etc. Introdujo en los pensa nuevas asignaturas, creo nuevas carreras y nuevas escuelas y facultades. La Reforma representó, en una palabra, un intento por lograr en el ámbito acadímico la vigencía de una Constitución democrática que el país mismo no tenía. Así lo entendían muchos de sus principales ideólogos, como Gabriel Del Mazo por ejemplo.

Hubo, sin embargo, unos pocos que querían ir mas allá y veían en la Reforma Universitaria un instrumento para la Revolución Social. Entre ellos estaba el anarquista Juan Lazarte, el primero que trato de establecer vínculos permanentes (y no meramente retóricos, sino encaminados a la acción solidaría y común) entre los grupos estudiantiles reformistas y los sindicatos obreros (mayoritariamente anarquistas en la Argentina de la época). Para Lazarte, la universidad argentina y latinoamericana debía transformarse en un gran taller de la ciencia, donde estudiantes y profesores se consagraran a la investigación y crearan nuevos conocimientos. Esta comunidad de trabajo intelectual debía regirse a si misma y tomar todas las decisiones, tanto académicas como administrativas, con plena autonomía e independientemente del Estado y la burocracia. Esbozaba así, aún sin llamarla con este nombre, la autogestión universitaria.

Definición y antecedentes históricos

Un comité de acción obrero-estudiantil de la Universidad de La Sorbona, en Paris, definió la autogestión con estas palabras: “La autogestión como sistema económico y social tiene por objeto realizar plenamente la participación libre en la producción y el consumo mediante la responsabilidad individual y colectiva. Es por tanto un sistema creado ante todo para el hombre, para servirlo y no para oprimirlo. En la práctica, la autogestión consiste para los obreros en hacer funcionar sus fábricas por y para ellos mismos y, por consiguiente, en suprimir la jerarquía de los salarios, así como las nociones de sistema asalariado y predominio patronal. A ellos corresponde la tarea de constituir los consejos obreros elegidos por ellos y que ejecutan las decisiones de todos”. Análogamente, para los maestros y estudiantes de una universidad, la autogestión tendrá por objeto realizar plenamente la libre participación en la producción del conocimiento y en el consumo de la ciencia y de la cultura, mediante la responsabilidad individual y colectiva.

Conviene recordar que la universidad, nacida en el seno de la ciudad medieval, fue originariamente un gremio y no significó otra cosa mas que “el conjunto de todos los maestros  y estudiantes” de una ciudad. Este gremio se proponía “la búsqueda de la verdad” y su tarea consistía en producir y reproducir la ciencia, así como la del gremio de zapateros era la de producir zapatos. El gremio tenía una estructura no jerárquica, ya que el maestro no lucraba con el trabajo común, ni se aprovechaba de él mas que los aprendices, y, por otra parte, toda la enseñanza estaba encaminada a igualar, inclusive en el saber, a los aprendices con el maestro. Y esto sucedía igualmente en la universidad, la cual en sus orígenes no dependía del monarca o del señor feudal, ni tampoco directamente de la autoridad eclesiástica y del papado, aunque pronto reyes y pontífices trataron de dominarla y utilizarla para sus propios fines. La universidad originaria presenta así una imagen arquetípica de la universidad autogestionaria, a la que se debe aspirar para el futuro.

Para construir una utopía concreta

Aunque no es fácil ni pertinente ofrecer recetas para edificarla, conviene explicar en que consistiría y cuales deberían ser sus principales características:

1) La universidad autogestionaria debe ser autónoma, es decir independiente del poder político y del Estado, cualquiera que sea. Pero debe ser igualmente independiente del poder económico y en ningún caso puede ser concebida como una empresa ni financiada por el capital privado. Es evidente que no puede ser órgano pedagógico de una iglesia u organización religiosa, ni aceptar un credo o profesión de fe, un libro sagrado, una autoridad que defina la verdad dogmática y moral.

2) La universidad autogestionaria debe ser gratuita y abierta a todos por igual.

3) La universidad autogestionaria debe estar regida por la comunidad de los profesores y los estudiantes y no puede admitir ninguna intervención exterior, ya provenga del Estado mismo, ya de las fuerzas de presión, ya de los partidos políticos. Para ello es preciso que genere órganos capaces de neutralizar esa intervención foránea y que produzca inclusive lo que podríamos llamar “anti-líderes”.

4) La universidad autogestionaria se constituye en un centro de contestación permanente de la sociedad global, pero, ante todo, de si misma. Estudiantes y maestros critican de un modo continuo, madura y responsablemente, tanto la forma como el contenido de la investigación y del proceso enseñanza-aprendizaje.

5) La universidad autogestionaria se basa en una estrecha vinculación de la tarea investigativa con la docente. Mas aún, puede decirse que tiende a identificar la docencia con la investigación, partiendo del supuesto de que el momento esencial en la formación del estudiante es buscar la verdad y crear saber mas que recibir conocimientos pasivamente.

6) Como consecuencia de todo ello, la universidad autogestionaria suprime exámenes, calificaciones, premios y castigos académicos, etc., reflejo y fruto de la competencia capitalista y de la lucha a muerte por el dinero, y promueve entre los estudiantes el sentido de la aventura, la fascinación del descubrimiento, la sed del saber por el saber mismo y el gozo de la creación. Los exámenes son sustituidos por la evaluación que el grupo hace de si mismo y por la mutua evaluación de sus componentes.

Ángel J. Cappelletti
(Correo A # 11, pp. 8-9; noviembre 1989)

No hay comentarios:

Publicar un comentario