martes, 26 de octubre de 2010

Carta abierta a los jóvenes que sueñan un mundo mejor


Existen en los libros de texto miles de definiciones sobre la juventud, donde se presentan como rasgo característico de ella su irresponsabilidad y su rebeldía "sin causa". La juventud, que es un principio biológico y que luego puede espiritualizarse, es ciertamente creatividad, sed de conocimientos y búsqueda de experiencias que opone a cualquier obstáculo su rebeldía.

Ante ello el sistema dominante, al que tenemos que reconocer suma astucia en su afán de preservarse, ha creado miles de armas que permitan aliviar el peligro que puede representar la organización de los jóvenes conscientes de su opresión (como parte de la mayoría explotada, como personas que por sus características hormonales son las grandes victimas de la represión sexual, como estudiantes, etc.). Muchas son dichas armas: la televisión, la música, la educación institucional, la familia (si esta pretende conservar los valores impuestos y se convierte en instrumento de coacción), y tantas mas en las que en otra ocasión podremos adentrarnos.

Pero lo que nos interesa en este momento es determinar cuales de esos instrumentos opresivos afectan a los jóvenes que logran desarrollar alguna perspectiva crítica de la situación social, decidiéndose a crear y defender una utopía de vida. Sin duda que a todos nos alienan en alguna medida las relaciones personales, el trabajo y los estudios, pero en esa función represiva de la inquietud juvenil, las drogas y el alcohol han resultado medios aun mas excelentes, pues  ¿Para que sirven los sueños, las ideologías, las utopías si nos sumergimos en la alucinación y la incoherencia que ambos producen?; rebeldes pero confusos, preferiblemente adictos o alcoholizados, así nos quiere el sistema; así somos menos peligrosos y así han derrumbado muchos movimientos como el hippie y el punk, además reducidos a la condición mucho mas inofensiva de modas. Por eso resultan estúpidas, repugnantes y contrarrevolucionarias las repetidas seudo-consignas de "bebe y lucha" o "entre curda y revolución no existe contradicción".

Podemos seguir con este interesante tema de los enemigos externos, pero resulta que aun cuando estemos claros de la necesidad de enfrentarnos a ellos todavía nos queda un gran enemigo por vencer, o mejor dicho, una gran amistad por ganar: nosotros mismos. Resulta increíble, hasta decepcionante, observar como tantos jóvenes valiosos para la construcción del nuevo mundo prefieren mantenerse en la comodidad del no hacer nada, escudándose tras un remedo de libertad individual con el cacareado "no lo deseo", o con otras miles de excusas cuando prefieren aborregarse para consumir (lo mismo da si ropa, espectáculos o hamburguesas) que organizarse para la lucha social o el desarrollo de alternativas culturales. A veces, incluso hay una participación nominal en actividades contestatarias, pero se carece de una autentica ética de la responsabilidad y la supuesta persona "contestataria" se conforma con que los demás hagan todo el trabajo. En fin, esto solo pretende ser una pista para que quien se sienta tocado emprenda la autocrítica, sin olvidar que esta carece de objeto si no nos proponemos superar los errores. Recordemos siempre que la Revolución es un proceso constante, para la sociedad y para nosotros mismos; como tal, exige una revisión cotidiana de la relación entre nuestras actitudes y nuestros valores éticos.

La juventud es sinónimo de potencial para el cambio, si no la asumimos para la realización de nuestros sueños, entonces, cuando llegue su fin biológico llegara el fin de nuestra rebeldía. Si por el contrario, vemos en trabajar por nuestra utopía el mas hermoso de los compromisos con nosotros mismos y con los demás, aprenderemos a saborear la satisfacción de saber que hacemos lo correcto, internalizaremos con pasión y conciencia nuestra rebeldía, y así, a pesar de las cronologías hormonales, podremos conservar por siempre nuestra juventud en la prédica y la práctica de la Revolución.

¡Demostrémonos que podemos ser responsables con nuestros sueños!
¡Nuestra rebeldía si tiene causa!
                                                                      
 (A)naís
(Correo A # 26, p. 9; septiembre 1994)

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