martes, 26 de octubre de 2010

Aproximación a una autocrítica: carta abierta al movimiento anarquista local


Vivimos en la actualidad un momento excepcional para la expansión y divulgación del pensamiento libertario. La caída del bloque soviético, el anquilosamiento y recalcitrancia de los planteamientos de la izquierda marxista que sobrevive, el resurgimiento de las doctrinas fascistas y nacionalistas, la instauración de un Nuevo Orden Mundial y la crisis generalizada que afecta al Tercer Mundo nos abre la perspectiva de un papel protagónico como alternativa coherente y factible, como no se nos había presentado en las ultimas décadas en el escenario político global. Por eso nuestro movimiento vive un crecimiento cuantitativo importante de unos años a la fecha. En Latinoamérica en general son ahora el triple de colectivos e individualidades con clara influencia anarquista que los que se contaba hace 5 años. Las juventudes de países como Brasil, México y Chile se han revitalizado con la acción de células ácratas que parecieran reproducirse por generación espontánea. Nuestro país sin embargo no parece contagiarse con el renacer libertario que parece contagiarse en la totalidad del continente, y me atrevo a especular que ha sido por la incapacidad de insertarnos en la dinámica social venezolana y a la carga indolente de una serie de errores, lo que unido a una mediocre interpretación del pensamiento anarquista ha retrasado nuestro ansiado crecimiento.

Entre las contradicciones de la teoría que digerimos y nuestra acción como movimiento se encuentra, en primer lugar, la repetición inconsciente de los esquemas y discursos de la izquierda tradicional venezolana. Este elemento quizás no sería tan negativo si no fuera por la razón de que sus fines y sus medios están muy alejados de los nuestros, llegando incluso a no existir ninguna similitud entre los enunciados. Debemos pues anular su tan dañina influencia, puesta de manifiesto en tópicos como el lenguaje (“las masas”, “solo X salva”, “lucha de clases”, “militantes”, etc.) y en la concepción del proceso liberador (la división dogmática del mundo en burgueses y proletarios, el panfletismo y la repetición de las consignas huecas, la revolución vista como hecho místico en donde los obreros tomaran las armas y destruirán al Capital, la marginación de mujeres y homosexuales, etc.).

Unido a lo anterior esta el exacerbado culto a la violencia que impregna nuestras manifestaciones, reduciéndose así la resistencia de cada día a una visión simplista y gastadas de lo que es un@ revolucionari@, y mucho mas de lo que es un@ anarquista. Nos encontramos en una situación en la que es necesario experimentar un crecimiento a todo nivel y dejar de ser únicamente un puñado de individuos entusiastas, por lo tanto no estamos en condiciones de proponer acciones violentas, hechas la mayoría de las veces con un escaso sentido de las responsabilidades y de las consecuencias que implica comunicarlas a nuestros semejantes. Esto lo podemos achacar en parte al escaso conocimiento que se tiene de la historia de los movimientos izquierdistas y de los propios antecedentes del anarquismo en Venezuela. De otro modo no se explica que se repitan los errores del pasado, y que se desconozca que por ese tipo de postulados tan lejanos a la idiosincrasia de la gente común es que se perpetuaron como simples grupúsculos de iluminados, autodenominados vanguardia de no se quien.

Los ácratas del mundo entero, y en particular de América Latina, tenemos a España como una referencia imprescindible. Han sido libertari@s de la península quienes han dado innumerables ejemplos de mística, ética y organización. Pero ellos actuaron adecuando el pensamiento a unas condiciones y exigencias propias de su medio. En nuestro ambiente entre tanto, se observa una suerte de Síndrome de Ibero Dependencia Adquirida que impone el traslado acrítico de estrategias y consignas que han sido creadas para aquel entorno particular. Esto, ligado a una nula interpretación del escenario político-social local, hace que muchos de nuestros esfuerzos intelectuales y de movilización no correspondan a las prioridades existentes y parezcan extemporáneos a ojos de los no iniciados.

Muchas veces el trabajo realizado corresponde a respuestas para situaciones de tipo coyuntural, que al poco tiempo se diluyen en el olvido colectivo por la poca consecuencia y constancia de sus postulados. Sin mucho compromiso, la labor se efectúa bajo el influjo de algún abstracto percibido como “deber revolucionario”, cayendo sin ningún tipo de autocrítica en una solidaridad ficticia. En el plano de la organización, pareciese que fuésemos ajenos a la concepción federalista del quehacer libertario. Ha sucedido que se han creado “colectivos libertarios” en donde si no se incluyen todos los individuos afines, estos pasan a convertirse en herejes del ideal. Con muy poca afinidad real, esta concepción de colectivismo autoritario es mas propicia para un partido político que para la organización ácrata. En el otro extremo se han ubicado los ghettos e individuos que entienden el anarquismo como un coto privado para la satisfacción personal. Aunque en ambos casos existen denominadores comunes que los evidencia como deformaciones del legado antiautoritario: la poca lectura y por ende poca profundidad del discurso; el nulo debate y confrontación de ideas para el crecimiento de tod@s; la adopción de proyectos muy ambiciosos con muy pocos ejecutantes; cero autocrítica; poca atención al factor humano y los sentimientos; la crítica destructiva sin propuesta; la no circulación de material escrito que termina en bibliotecas personales; etc.

En el ámbito individual, se repiten constantemente actitudes que van en detrimento de la propaganda por la acción que es esencial en la vida de nuestras agrupaciones. La falta de tolerancia y humildad, junto a una soberbia intransigente, hace que algunas individualidades antepongan sus intereses personales a los colectivos  y se conviertan en piedras de tranca para el avance de algunos proyectos. La obsesión de ser “anarquistas puros” (imposible en una sociedad capitalista) y la no adecuación de tácticas ante las condiciones actuales dan su parte en la obstrucción al proceso. Es frecuente observar también ambiguedades y poca transparencia tanto a nivel personal como político, y lo que podría ser peor, el poco compromiso como anarquistas en un proceso de cambio de nuestro entorno y de nuestra propia vida.

La historia nos ha demostrado en múltiples ocasiones que la gente común se ha comprometido con movimientos de carácter progresista solo si estos eran capaces de proponer vías concretas de solución, comprensibles y no exóticas, a los problemas de la vida cotidiana. El anarquismo del panfleto y la teoría es necesario, pero solo en una proporción sana con respecto al anarquismo práctico y vivencial que deberíamos exponer todos los días, Para esto no hay un camino especifico, sino una constante experimentación y compatibilidad con la ética y el compromiso libertario que requerimos asumir junto a un cotidiano sentido autocrítico. Seamos entonces lo que nosotros queremos ser, no lo que otros quieren que seamos: una secta sin ningún futuro.

...¡¡Salud, Resistencia y Anarquía!!

Winston Smith
(Correo A # 25, pp. 8-9; abril 1994)

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