martes, 26 de octubre de 2010

Conociendo a Biófilo Panclasta

Al esfuerzo del Proyecto Cultural "Alas de Xué" en Bogotá se debe la reciente aparición del libro "Biófilo Panclasta: El Eterno Prisionero" (Bogotá, Ediciones Proyecto Cultural Alas de Xué, 1992. 357 p.), rescatando del olvido al que sometieron la historia oficial colombiana y latinoamericana a un personaje que, por su independencia de acción e ideas, conserva vigencia para todos los que compartimos la pasión de libertad que animó a ese hombre de azarosa y casi legendaria existencia, la cual intentaremos describir someramente aquí, aunque remitimos al libro citado a quienes se interesen por conocer mejor al personaje y su pensamiento, además de adentrarse en lo que probablemente sea el trabajo mas exhaustivo sobre la evolución del anarquismo en Colombia desde sus primeras manifestaciones hasta la tercera década del Siglo XX.


Vicente Lizcano nació en Chinácota, Departamento Norte de Santander, en octubre de 1879, con el doble estigma para aquel ambiente reaccionario de ser pobre e hijo "natural". Pese a las dificultades, pudo llegar a estudiar en la Escuela Normal de Bucaramanga, de donde es expulsado al manifestarse su temprana rebeldía política. Viene a Venezuela y en el pueblo de Capacho Nuevo (Estado Táchira) trabaja de maestro; allí conoce al joven Eleazar López Contreras - futuro Presidente de la República - y juntos se alistan en las huestes del caudillo Cipriano Castro, que en 1899 derrocaría al gobierno de turno.

En Venezuela comienza a madurar su ideario radical, así que a pesar de su posición y amistades influyentes vuelve a Colombia en 1904, utilizando ya el nombre de Biófilo Panclasta - amante de la vida, destructor de todo - con el cual será conocido de ahí en adelante. Pronto debe huir de su país e inicia una experiencia asombrosa de viajes, agitación política, publicaciones, destierros, prisiones intermitentes, debates, que lo lleva por medio mundo, conociendo quizás unos 20 países y quien sabe cuantas cárceles, hasta que finalmente cae en manos de los esbirros de su viejo enemigo el dictador venezolano Juan Vicente Gómez, con el consiguiente encierro en la prisión del castillo de San Carlos del Zulia entre 1914 y 1921. De esa experiencia surgió un panfleto: "7 años enterrado vivo en las mazmorras de Gomezuela" (del que no se conservan ejemplares), y una incesante postura de denuncia a la tiranía del caudillo andino.

Cuando finalmente es liberado, reinicia su andariega peripecia: va al torbellino de la Revolución Mexicana, es delegado a un congreso anarquista en Barcelona, viaja como agitador social a Suramérica e interviene en la organización de una huelga cafetalera en São Paulo. En 1924 el gobierno de Brasil lo encarcela en el terrible campo penitenciario selvático del rio Oiapoque, pero huye a la Guayana Francesa, y ese mismo año retorna definitivamente a Colombia tras haber conocido 52 países. Sus biógrafos vuelven a encontrar su huella en 1927, cuando está nuevamente tras las rejas como tantos otros luchadores populares en el convulsionado clima social de aquel entonces. Al año siguiente se halla en Bogota, donde impulsa el Centro de Unión y Acción Revolucionaría, único iniciativa de organización en la que participara en su país este irreductible individualista. Por aquel entonces escribe la obra que, con mutilaciones, se ha conservado hasta hoy en las bibliotecas colombianas como singular testimonio personal: "Mis Prisiones, Mis Destierros y Mi Vida", editada en 1929.

Los restantes años en la vida de Biófilo lo verán agobiado físicamente por las penalidades sufridas pero sin decaer en su espíritu libre. En 1934 se une a Julia Ruiz, una ex-monja que combina firmes convicciones socialistas y sorprendentes atisbos de feminismo con el esotérico oficio de leer la baraja. Quieren viajar a Venezuela en 1936 confiando en la protección del antiguo amigo López Contreras, pero su petición de auxilio es ignorada. Julia muere en 1939 y Biófilo 3 años después, en la soledad del Asilo de Ancianos de Pamplona, convirtiéndose en borrosa leyenda popular, que apenas ahora empieza a ser recuperada gracias a la labor inapreciable de los compañeros de Alas de Xué.

Nicolás Bourbaki
(Correo A, # 21; enero 1993, p. 18)

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