martes, 26 de octubre de 2010

CALIdoscopio: Crónica de una ciudad latinoamericana


Cali es la tercera ciudad de Colombia. Ciudad en tránsito a metrópoli, tránsito agresivo, violento y deshumanizador. Tiene 2 millones de habitantes, 40% viviendo en la pobreza absoluta (800.000 personas). Otro 40% se debate entre la clase media y la pobre, mientras que un 20% se goza el trabajo ajeno. El 10% de quienes están en condiciones de trabajar no cuentan con empleo (en los y las jóvenes este índice se duplica) y 50% viven del rebusque diario vendiendo de todo, consumiendo fantasías.

Hubo elecciones parlamentarías, y después las de alcaldes y gobernadores: de cada 100 personas aptas para votar, 70 no lo hicieron. En las otras 30 hay que contar los votos comprados y los robados, los vendidos y los engañados, los obligados y los muertos que votan. Milagros de la democracia colombiana.

Aquí se escucha salsa -buena, mala, regular- a toda hora y en todo lugar. Este es un pueblo prieto, gozador y rumbero que parece bailarse hasta las penas. Las ráfagas de música se intercalan con las ráfagas de metralla. En promedio cada fin de semana son asesinadas entre 30 y 50 personas, en su mayor parte jóvenes y mujeres. Ser joven y pobre es acercarse a la muerte. Escuadrones de asesinos cruzan las calles, disparando, raptando, desapareciendo a muchachas y muchachos. Nadie dice nada, nadie sabe nada, nadie oye nada. El miedo cierra los ojos, las bocas y las entendederas mientras que el gobierno se lava las manos y promete investigaciones exhaustivas que, por lo general, en nada terminan. El mismo Alcalde de Cali reconocía que el 68% de los 1300 homicidios de 1993 están impunes. Nadie se explica como hacen los escuadrones asesinos para pasearse por una ciudad en la que pululan los retenes, detectives, militares, soplones, policías y cuarteles.  ¿Será que no los ven? O será que...

El cielo es muy azul manchado de trecho en trecho por nubes de aire poluto; del occidente descienden a la ciudad ríos y riachuelos, a cual mas contaminados; la gente es cálida como el clima; el futbol y lo frívolo atraen la atención de miles de personas cada fin de semana; el crecimiento ahora es intenso y desmesurado... caos urbano que avasalla al ser.

Así como cualquiera otra de Nuestra America es la ciudad de Cali: un producto inhumano de las formulas desarrollistas del Gran Capital. Cali es paraíso de las transnacionales que llegaron en los 50 y 60 y se apoderaron de las mejores tierras, de las mas grandes riquezas, del sudor moreno. A su lado, entrecruzando poderes, están los narcotraficantes que son los mismos burgueses con otra pinta y que tienen contaminado todo el ambiente político y económico. Gran parte de la violencia que referíamos anteriormente proviene del narcotráfico y sus tentáculos. Es en verdad narcotrágico.

Pero las consecuencias del narcotrágico no son solo las sangrientas. Es toda una subcultura que pregona el enriquecimiento fácil, la ostentación, la trampa, el machismo y el consumo frenético hundiendo en el lodo miles y miles de vidas, jóvenes en especial, con el beneplácito de las clases dominantes, usufructuarias vergonzantes de las riquezas narcotizadas.

Las oportunidades de vida digna son cada vez mas estrechas. La reconversión industrial, la privatización y el neoliberalismo han acentuado el cierre de fábricas y empresas, la hipercomercialización de la educación, la salud y la recreación, el incremento de mujeres y niñ*s que o trabajan en condición subhumana y por cualquier salario o caen en la delincuencia y la prostitución. Cifras oficiales señalan que el 61% de los  sindicados de delitos son menores de 21 años, muchos de las cuales están en la cárcel por tratar de conseguirse unos pesos para sobrevivir. Los datos del gobierno son elocuentes: mientras un mercado sencillo está por el orden de los US$ 300 al mes, el ingreso de las familias pobres solo promedia 90 US$, cuando lo hay.

Tal estado de cosas ha agudizado el ingenio de la población para resistir. “Cultura del rebusque” se llama por aquí a esas estrategias que la gente se inventa para vivir al día, buscando a cómo de lugar los pesos que permitan medio comer, en una lucha diaria por sobrevivir: los parques, los semáforos y las calles son ahora espacios comerciales, para montar un negocito y hacerle trampas al hambre. Allí podrás conseguir un perro caliente, un tornillo, un café, un periódico, un pan, una rosa roja o un "cacho" de bazuco...

Aunque los procesos libertarios y alternativos son débiles y marginales, si existen pensamientos, expresiones y prácticas ligadas a proyectos sociales en los que se encarnan nuevas concepciones y practicas de vida. Su falta de coordinación es, sin embargo, una de sus principales debilidades. De todos modos, en medio de los nubarrones neoliberales y de la ferocidad del régimen, la construcción de una nueva sociedad avanza, con tropiezos y miedos, retos y logros; avanza, lenta y terca, de la mano de la esperanza.
Wili  (Cali, Colombía, 1994)
(Correo A # 27, p. 6; abril 1995)

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