domingo, 24 de octubre de 2010

El Marxismo de Groucho



En la primavera de 1982, la tranquilidad del cementerio de Beverly Hills en Los Ángeles, Estados Unidos, se vio quebrantada por una extraordinaria novedad: la desaparición de uno de los habitualmente inmóviles residentes del lugar. Se hicieron las pesquisas de rigor y finalmente la urna con las cenizas de Groucho Marx fue localizada a las puertas de un conocido prostíbulo de las cercanías.

Cuando esto ocurrió, los admiradores del comediante del bigote pintado y el habano no pudimos menos que sospechar que estábamos ante otra de sus trastadas, similar a todo lo que el viejo pícaro acostumbraba realizar - en los escenarios y fuera de ellos - para sembrar la conmoción, el asombro y la hilaridad entre sus desconcertados espectadores; porque así era Groucho, siempre dispuesto a arremeter contra convencionalismos en el hacer y el hablar desde una perspectiva de libertaria reivindicación del placer.

Groucho Marx fue, junto a sus hermanos Chico y Harpo, encarnación de la mas desternillante comedia cinematográfica, brillando en una época en que Hollywood produjo lo mejor del genero. El tiempo no ha logrado menguar esa calidad y, cuando casi por accidente, podemos ver alguna de sus películas, al momento nos volvemos incondicionales de esa anárquica fraternidad de combatientes activos contra los “buenos modales”, la etiqueta, los eventos solemnes, la guerra y toda autoridad represora.

Junto con los 13 largometrajes de los hermanos Marx (filmados entre 1930 y 1950), fue nuestro personaje escritor de obras en la misma línea de subversión ante la óogica cotidiana, con explosivas reflexiones y propuestas sobre todos los frentes del vivir. GROUCHO Y YO (autobiografía), MEMORIAS DE UN AMANTE SARNOSO, LAS CARTAS DE GROUCHO MARX y sus trabajos fílmicos son un legado inconformista, hedonista y anti-represivo imprescindible para todos los que nos hartamos de la estupidez nuestra de cada día, que quisiéramos tener el ingenio demoledor para enfrentarla como lo hacía Groucho en tantas ocasiones como la que nos narra de seguidas:

 «Los estudios Paramount me invitaron a asistir a la proyección de “Sansón y Dalila” interpretada por Hedy Lamarr y Victor Mature. Al terminar la película, uno de los jefes del estudio se me acercó y me preguntó que me había parecido.

- Bueno - empece - solo tiene un pequeño defecto que...

Se encrespó inmediatamente.

- ¡Defecto! ¿Qué quiere usted decir?

Proseguí:

- Ninguna película puede interesarme cuando el busto del galán es mas voluminoso que el de la actriz estelar.

¡Transcurrieron muchos años antes de que la Paramount volviera a invitarme a una proyección!»

Rufus T. Hackenbush
(Correo A, # 9, p. 17; mayo 1989)

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