martes, 26 de octubre de 2010

Pensar la Economía Libertaria: Un proyecto alternativo al mercado


El problema de cualquier organización social es la producción y el reparto de la riqueza. Es claro que esto hace necesario hacerse las preguntas de  ¿qué producir?,   ¿cómo producir?,  ¿a quién dar lo producido y según cuáles criterios? En una economía capitalista es el mercado quien responde a estas tres preguntas. El beneficio (por vía de los precios) es el que orienta la producción, son los costos (por consiguiente el beneficio) los determinantes del modo de producción y son las rentas (salarios y beneficios) quienes determinan la capacidad de cada uno para consumir.

Por esto el mercado, para poder individualizar la participación de cada uno y por consiguiente retribuirlo, ha necesitado de una diferenciación de las funciones que no se realiza según los quehaceres del individuo sino por la exigencia del sistema. La negación de la persona asume por ello la forma de una pseudo autonomía del individuo; así la fuerza del mercado es también la razón esencial para que ésta sea una organización nefasta, inicua de la sociedad.

Pensar una Economía Libertaria quiere decir así recoger las mismas preguntas dándoles respuesta distinta en función de satisfacer la necesidad de igualdad social, de solidaridad y de libertad real. Esto significa impugnar los dos pilares sobre los que se basa el capitalismo: mercado y división social del trabajo. Significa atacar aquello que justificaría al mercado, a través de la eliminación de la propiedad privada de los medios de producción (y luego del beneficio como fin) y la eliminación del salariado (en cuanto mercantilización de la capacidad física e intelectual de cada uno). Igualmente pasa, en tanto justificación de la división social del trabajo, a través de la desaparición o el reparto de las tareas no gratificantes y la minimización de los tiempos colectivos de producción.  ¿Entonces que hacer? Es pertinente esclarecer un proyecto alternativo al mercado y a la división social del trabajo; para esto probemos a "lanzar algunas pistas", esperando que otros las seguirán y profundizarán.

¿Qué producir?

No es el mercado, y luego la búsqueda del lucro, quien debe definir aquello que se produzca. Seguir con el "mercado" significa permitir que una minoría (los poseedores de capital, los capitalistas) impongan su elección a la mayoría, ajenos a intereses en verdad ligados a necesidades sociales reales. Al contrario, deben ser los deseos y las necesidades de la población los que por si solos determinarán los bienes y servicios a producir. La única justificación del trabajo humano (dando por descontado que representa una fatiga) debe ser la satisfacción de las aspiraciones colectivas. En otras palabras, debemos escoger en conjunto aquello que valga la pena de ser producido colectivamente. Todos los grupos humanos deben poder fijar libremente la carga de trabajo que se acepta soportar para arribar a una determinada producción. Esto permitirá la desaparición de la producción antisocial (en la medida en la cual ésta no aporta nada a la comunidad pero costándole muchísimo), como de los gastos militares, de las cargas del capitalismo (encuadramiento del trabajo, jerarquías...) y de aquellas debidas al mercado (publicidad, comunicación manipulada...) que hoy representan un tercio de la producción y también un tercio del trabajo.

Eso que la comunidad asume como voluntad de producción debe por consiguiente llevar a un "tiempo social de producción", en el que las personas producen colectivamente los bienes deseados y decididos colectivamente. Debe ser el mismo para todos y cada uno de los que contribuyen, so pena de ser excluido del grupo. El resto del tiempo esta a exclusiva disposición de cada individuo que puede dedicarlo a actividades sociales o individuales propiamente humanas.

El trabajo es un constreñimiento: debemos de hacer todo para minimizarlo produciendo lo que ha sido colectivamente determinado como útil y repartiendo de manera equitativa las tareas que de ello surgen.

Asunto pues que se coloca en el centro de nuestra atención es la definición democrática y federal de las tareas, y su esbozo en un plan de producción que sustituya el diktat del mercado y del dominio.

¿Cómo producir?

En esto los principios deben ser claros: abolición del salariado y de la propiedad privada de los medios de producción. Son estos dos aspectos los que constituyen hoy el fundamento de la explotación y la dominación.

Así, la propiedad social de los medios de producción es condición que permite la real selección democrática y federal de aquello que se debe producir y de la organización del trabajo. La autogestión permite la transferencia del poder a aquellos que producen, el reparto igualitario de la riqueza y restituir un sentido a la actividad social de producción.

Debemos valorar tres principios:

- La propiedad colectiva de los medios de producción, ya que son las necesidades de la colectividad el fin de la actividad social de producción. Esta propiedad se encontraría en segunda instancia delegada a un grupo de trabajadores. No se puede dejar que todas las unidades productivas sean autónomas con sus trabajadores como propietarios y únicos en tomar decisiones. Este método no puede llevar mas que a la auto explotación en un ámbito de mercado en el cual los grupos de trabajadores se alejaran cada uno en competencia con los otros: el socialismo libertario no puede confundirse con el "libertarismo" norteamericano o con el principio de concurrencia caro a Proudhon. Es en cuanto miembros de la comunidad que nosotros gozamos de derechos sobre la riqueza y no únicamente como trabajadores, de otro modo se corre el riesgo de sobrevalorar el trabajo en cuanto actividad mientras, como se ha visto, nosotros denunciamos la reducción del individuo al trabajador;

- La colectividad delega en grupos de trabajadores que no participan en las unidades de producción las gestiones que tienen el fin de integrarlas. La única coordinación posible, fuera del mercado, es el plan en cuanto instrumento de producción, a fin de expresar los deseos de producción de la comunidad. Es posible establecer la planificación federal y democrática; nuestro deber es demostrarlo porque, de otra manera, se invalida la critica al mercado y no queda mas que corregir la desigualdad en lugar de suprimirla;

-La supresión de la división social del trabajo conduce al reparto igualitario de oficios "gratificantes" y "no gratificantes". Esta ultima división es consecuencia del mercado que divide y retribuye a las personas según sus "competencias". El asunto es refutar esa "compartimentación" de funciones, que empobrece la vida y encierra a cada uno en su tarea. Distintas personas, por ejemplo, deben estar encargadas de la recolección de la basura, al menos hasta que no se llegue a la completa mecanización de tal labor.

Pongamos un ejemplo: si dicho oficio se atribuye de modo igualitario en una ciudad de 40.000 personas, de ellas 20.000 adultas, de modo que cada día estén 40 ocupados con la basura, y viene a tocarle una vez cada 18 meses a cualquier adulto. ¡Una alternativa de este tipo evitaría a 40 personas hacer un trabajo poco gratificante por toda una vida sin pesar en modo significativo sobre el resto de la comunidad!

La rotación de oficios y su distribución igualitaria permite impugnar desde sus fundamentos al principio de la división social del trabajo y la clasificación meritocrática que opera hoy sobre los dominados. Aquello implicaría obligatoriamente un proceso de formación permanente y permitiría afirmar que el discurso sobre las competencias de las personas es un discurso mistificante, que legitima la desigualdad, que supone no nos sería posible ejercer variadas ocupaciones que exijan de elevadas competencias.

¿Cómo repartir?

Hoy, la retribución de la eficiencia supuesta de los trabajadores según el mercado (y también fuera del mercado en tanto fuera del beneficio, como ocurre con las funciones públicas) es el verdadero centro de la dominación que todos sufrimos. La abolición del salariado debe traer un cambio de perspectiva. Contribuyendo cada uno de manera igual a la utilidad colectiva, lo que se inicia en el momento en que nos hacemos cargo de un tiempo social de producción, cada uno debe gozar en modo igual de los derechos derivados de dicha producción. Estos derechos no pueden ser como ahora, derivados de una función social ligada a la división social del trabajo. El tiempo de trabajo social debe proveernos del nivel de producción y riqueza decidido por y para todos. Esta es la igualdad a partir de la cual puede emerger la libertad. Debemos separar la tarea efectuada y el derecho sobre los bienes que se retiren. Esto se debe hacer sobre todo a partir de la rotación de tareas, de la desaparición (gracias a la innovación tecnológica) o del reparto igualitario de las ocupaciones juzgadas no gratificantes (y también de aquellas consideradas gratificantes), haciendo humana a la sociedad.

Así, al plan de producción decidido en colectivo y por gran mayoría se agregara el plan de distribución. Esto solo debe calcular el tiempo social de producción, que cabe conjeturar reducido a no más de 4 horas por día; el resto del tiempo es aquel de la producción libre, de la creación... de la pereza o del amor.

Es así urgente dilucidar los principios constituyentes de un claro proyecto alternativo libertario. Esto nos permitirá ser mas precisos e incisivos en la critica a la sociedad capitalista y homogeneizar al menos un poco nuestro discurso, aun cuando al contrario de otros, no creemos que sea posible preverlo todo.

Christophe
(Versión original en LE MONDE LIBERTAIRE, Paris, 28/abril/1994. Traducción: N. B.)
(Correo A # 27, pp. 8-9, abril 1995)

No hay comentarios:

Publicar un comentario